ORIGENES DE LA ESCRITURA: EL CUNEIFORME Y LA GLÍPTICA CILÍNDRICA – IV

Posted on 15/02/2016 · Posted in Historia de la traducción

4.2.1. Georg Friedrich Grotefend.

Los inmensos períodos de tiempo en los que se desarrolló la escritura cuneiforme provocó la evolución no sólo de las lenguas sino también de la escritura. Surgía entonces un nuevo problema: las escrituras cuneiformes mostraban un aspecto distinto si se trataba de las que enviaba Botta a París o de las que Niebuhr había traído de Persépolis.

Tanto las muestras de Botta como las de Niebuhr, serían los modelos para todas las que surgirían tiempo después de las ruinas que irían apareciendo en los valles del Tigris y el Eúfrates.

A Grotefend le corresponde el mérito de los primeros pasos en el desciframiento de la escritura cuneiforme. Y todo debido a una apuesta.

Grotefend se valió de algunas malas copias de inscripciones halladas en Persépolis para conseguir lo que los mejores especialistas de la época habían considerado imposible.

En 1802 presentaba a la Academia de Ciencias de Gotinga, los primeros resultados de sus investigaciones que tituló: Artículos para la interpretación de la escritura cuneiforme persopolitana.

Aunque en principio se basó en los escritos de los autores griegos para descifrar la escritura cuneiforme, no tenía el apoyo de ninguna lápida en tres idiomas como Champollion, que veinte años después encontraría mayores facilidades para  descifrar los jeroglíficos, y porque, además, desconocía los tres idiomas y escrituras que allí aparecían. Partía del simple estudio minucioso del texto: los signos cuneiformes no eran simples adornos, como dijo Hyde, sino verdaderas escrituras.

Según demostró Grotefend, las cuñas tendían preferentemente hacia cuatro direcciones, pero siempre de tal modo que la dirección principal era de arriba abajo o de izquierda a derecha. Los ángulos formados por dos cuñas se abrían siempre hacia la derecha. Dedujo también que la escritura debía leerse de izquierda a derecha, al contrario, por ejemplo, de los idiomas orientales que se escriben de derecha a izquierda.

Supuso también que ciertas costumbres no habrían cambiando demasiado pese a que hubiera transcurrido tanto tiempo. Como las copias de escrituras cuneiformes que poseía procedían de monumentos era de presumir que el “descanse en paz” de las tumbas occidentales ya se grababa en aquella época. Viendo así las cosas, las palabras iniciales de los monumentos persas contemporáneos no tenían por qué diferir mucho de sus monumentos más antiguos.

Si las inscripciones más antiguas conocidas comienzan con un enunciado que glorifica al rey, ¿por qué, entonces, no podía ocurrir lo mismo en las cuneiformes?

Con esta hipótesis Grotefend dio el primer paso que le llevó a descifrar y después a traducir la escritura cuneiforme.

Sólo era un primer paso pero su trabajo basado en los escritos griegos sobre las dinastías persas, sobre todo en Herodoto, le llevó a plasmar una teoría que debía de ser irrefutable. Después solamente se dedicó a hacer correcciones hasta conocer el alfabeto entero.

4.2.2. Henry Rawlinson y la Inscripción de Behistún.  

         Henry Rawlinson (1810-1895), sin tener noción alguna de los trabajos de Grotefend y otros autores, descifró la escritura cuneiforme de un modo similar a como lo había hecho el alemán. Pero, en 1836, comparando su alfabeto con el de éste, comprendió que le había superado.

En la región de Bagistana, en la antigua ruta de Hamadan a Babilonia, se halla un acantilado con un friso esculpido en la pared de roca donde se representan unas figuras: las del Gran Rey (Darío) vencedor de sus enemigos y las de éstos. A ambos lados así como al pie aparecen escritos en catorce columnas  los relatos del rey y sus obras en tres idiomas: persa antiguo, elámico y babilónico. Se trata del acantilado de Behistún.

Desde donde se halla la inscripción hasta el fondo del barranco hay una altura de cincuenta metros, lo que no arredró a Rawlinson, que se descolgó hasta allí y copió la antigua inscripción persa.

En 1846 presentó a la Real Sociedad Asiática de Londres, no sólo la primera copia exacta de la inscripción de Behistún, sino también su traducción completa.

Entre los nombres más importantes que contribuyeron al descifrado de la escritura cuneiforme podremos citar también los del asiriólogo irlandés Edward Hinks, el francés de origen alemán Julius Oppert, el británico William Henry Fox Talbot y el danés Westergaad.

 

R.M.M Jordán
Historiador

 

 

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